Inicio de la Hora Santa
Para iniciar con la hora santa el ministro expone al santísimo mientras se entona un canto de adoración.
Guía: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
R: Amén.
Acto de Fe de la Hora Santa
El Ministro hace una oración breve hincado frente al Santísimo.
Rezar 1 Padre Nuestro, 1 Ave María, 1 Gloria.
Entonar un canto de adoración.
Acto de Esperanza de la Hora Santa
El Ministro hace una oración breve hincado frente al Santísimo.
Rezar 1 Padre Nuestro, 1 Ave María, 1 Gloria.
Entonar un canto de adoración.
Acto de Caridad de la Hora Santa
El Ministro hace una oración breve hincado frente al Santísimo.
Rezar 1 Padre Nuestro, 1 Ave María, 1 Gloria.
Entonar un canto de adoración.
G: Padre amado te damos las gracias por preocuparte un día más de nosotros y por unirnos a ti a través de todos tus actos y toda tu ayuda. Abre nuestro corazón, para que aprendamos a amarnos los unos a los otros como tú nos amas, danos otra vez tu Espíritu, Señor, para que nos volvamos un sólo corazón y una sola alma en tu nombre.
Todos: Abre nuestros ojos, para que podamos verte a ti en nuestros hermanos y hermanas, abre nuestros oídos, Señor para que podamos oír las invocaciones de quien tiene hambre, frío, miedo y de quién este oprimido.
Canto de adoración
Guía: Te damos las gracias por mostrarnos un camino de esperanza, un camino que siempre se hace más claro y siempre firme bajo nuestros pies. En este camino podemos desafiar todos los males que hay en el mundo en este tiempo, teniendo la seguridad que todo saldrá bien y que todos seremos guiados al gran y eterno final, aun cuando tenemos que negarnos a nosotros mismos y atravesar por mucho sufrimiento.
Todos: Ayúdame a ser una persona tan consciente que me dé cuenta de mis propias limitaciones, tan valiente, que no me hunda ante las inevitables dificultades de la vida y tan humilde que llegue a descubrir que sin ti nunca sabré llevar mi cruz de cada día.
Hacer un momento de meditación en silencio
Guía: Haz, Señor, que cuando me llegue el dolor o la prueba, no la mire nunca como un castigo que tú me envías, sino como una oportunidad que me brindas de poderte demostrar que mi amor es serio y que soy consecuente con la fe que profeso.
Todos: Señor, que me haga cada vez más maduro como persona y como cristiano, que me haga más comprensivo con los demás, que me haga más amable, más tierno, más humano, que cuando el dolor llegue a mi puerta, lejos de hacerme el mártir o de tomar actitudes de víctima, sepa repartir paz y alegría en medio de los que me rodean. Señor, yo te ofrezco con humildad, mi casa, Tú me la has dado, yo quiero que tú mores en ella, porque tú estás en ella, Señor, mi casa es un recinto sagrado.
Canto de adoración
Guía: Haz, oh Señor, que la llama del altar familiar permanezca encendida cada día y que mis hijos aprendan aquí en este mi humilde hogar a conocerte y andar en los caminos tuyos.
Todos: Que nuestras oraciones se eleven diariamente al trono de tu gracia, implorando la ayuda y el sostén que todos necesitamos, que la luz de tu Santa palabra nos envuelva en su divina claridad e ilumine nuestros pasos.
Canto de adoración
Guía: Que nuestros labios pronuncien en himnos de alabanza y gratitud por las bendiciones que de ahora en adelante tú derramarás sobre – nuestra familia, que la fortaleza de los cimientos de esta casa esté en ti, únicamente en ti Señor y no en ninguna otra cosa.
Guardar un momento de Silencio
Guía: Que nuestros vecinos puedan ser guiados por ti por el testimonio de las vidas de los que nos cobijamos bajo este techo, que cuantos traspasen los umbrales de esta casa sientan que llegan a su morada de paz y seres que se aman. Que el amor florezca entre nosotros y abunden los frutos dulces y maduros, que bajo este techo la voz sólo se alce para bendecir y hablar bien de los demás.
Todos: Que nuestras puertas estén siempre abiertas para los que han de compartir amistad y cariño, paz y consuelo. Que podamos unos a otros perdonarnos nuestras faltas, olvidar nuestras pequeñas diferencias y que el sol jamás se ponga sobre nuestro enojo. Que de esta casa, Señor, salgamos mano con mano hacia el templo, a rendirte la adoración que sólo tu mereces, que al despertar cada día nuestro primer pensamiento sea para ti y que cada noche al retirarnos al descanso, lo hagamos sabiendo que tú velas nuestro sueño. Enséñame, oh Dios, ese lenguaje silencioso que lo dice todo, enséñale a mi alma a permanecer en silencio en tu presencia, que pueda adorarte en las profundidades de mi ser y esperar todas las cosas de ti, sin pedirte nada más que la ejecución de Tú voluntad.
Guía: Enséñame a permanecer callado bajo tu acción y producir en mi alma esa profunda y sencilla, oración que nada dice y lo expresa todo. Ora Tú en mí para que mi oración tienda siempre a tu gloria y que mis deseos estén siempre fijados en ti.
Canto de adoración
Guía: Permite Señor que me vea libre de todo prejuicio y acepte con paz todo lo que de ti provenga.
Dale a mi intelecto la apertura necesaria hoy para discernir tus caminos y anunciar a todos tu gloriosa victoria.
Todos: Confírmame en la fe por mis obras, líbrame de toda actitud egoísta y dame de beber de tu amoroso corazón ese néctar que embriaga con humilde, sencilla, pero ardorosa pasión a mi pobre e impotente corazón humano.
Todos: Dame mi Dios la gracia de transmitir tu amor, que es de redención para los hombres porque nada tengo Señor si tú no me alcanzas tu gracia, pues nada hay de bueno en mí sin tu misericordia.
Atiende Señor mis súplicas y concédeme todo aquello que sirva para tu mayor gloria, en especial esto que últimamente estoy precisando:
(A continuación realiza tu petición con mucha fe)
Hacer un canto de adoración
Guía: Y Jabés invocó al Dios de Israel. Dijo: <> (1 Crónicas 4,10). Señor, será en tu presencia cuando rinda mis cuentas de las horas vividas, horas desiertas. Tú, Creador de los mundos, de la luz de los días, yo sin nada en las manos, con las manos vacías. Hay, Señor, que vergüenza cuando llegue a tu vista, cuando estando en el mundo, y ya el mundo no exista, pedirás que te diga lo que tú ya sabías, que te explique la causa de mis manos vacías.
Todos: No valdrán las excusas que mi mente alimenta, porque todas del tiempo no completan la cuenta, te diré que en mi tiempo fabriqué fantasías y me dirás que a ti llego con las manos vacías. Trataré con mis manos, de abarcarme a mí mismo y decirte que llevo en mis manos mi abismo, que no llevo las obras que de mi esperarías, más no llego a tu vista con las manos vacías. Sonriendo el intento de abarcarme a mí mismo y tratar con mis manos de abarcar el abismo, mostrarás tú tus manos, cuando extienda las mías y veré que he llegado con las manos vacías.
Guía: Que dolor cuando mire cómo sangran tus llagas, la maldad de los hombres, que en amor tú les pagas, te diré Jesucristo, por tus crueles sangrías, da tu perdón al que viene con las manos vacías.
Por Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.
Oración para reservar el Santísimo en la Hora Santa
Guía: Nos disponemos para reservar a nuestro Señor.
Canto de adoración
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
Oremos:
Oh Dios, que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de Tú pasión;
Te pedimos nos concedas venerar de tal modo
los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de Tu redención.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
Amen.
Oración a María Madre de la Misericordia
María,
Madre de misericordia,
cuida de todos para que no se haga inútil
la cruz de Cristo,
para que el hombre
no pierda el camino del bien,
no pierda la conciencia del pecado
y crezca en la esperanza en Dios,
«rico en misericordia» (Ef 2, 4),
para que haga libremente las buenas obras
que él le asignó (cf. Ef 2, 10)
y, de esta manera, toda su vida
sea «un himno a su gloria» (Ef 1, 12).
Amén.