Miércoles
Presentación del Señor
Color litúrgico: Blanco
Oración colecta de hoy 2 de febrero de 2022
Dios todopoderoso y eterno, suplicamos humildemente a tu majestad que así como en este día fue presentado al templo tu Unigénito en su realidad humana como la nuestra, así nos concedas, con el espíritu purificado, ser presentados ante ti.Por nuestro Señor Jesucristo…
Primera Lectura de hoy 2 de febrero de 2022
De la carta a los hebreos: 2, 14-18
Hermanos: Todos los hijos de una familia tienen la misma sangre; por eso, Jesus quiso ser de nuestra sangre, para destruir con su muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba a los hombres, y para liberar a aquellos que, por temor a la muerte, vivían como esclavos toda su vida.
Pues como bien saben, Jesus no vino a ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham; por eso tuvo que hacerse semejante a sus hermanos en todo, a fin de llegar a ser sumo sacerdote, misericordioso con ellos y fiel en las relaciones que median entre Dios y los hombres, y expiar así los pecados del pueblo. Como él mismo fue probado por medio del sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial de hoy 2 de febrero de 2022
Del salmo 23
R. El Señor es el rey de la gloria
¡Puertas, ábranse de par en par; agrandense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria!.
R. El Señor es el rey de la gloria
Y ¿Quién es el rey de la gloria? Es el Señor, fuerte y poderoso, el Señor poderoso en la batalla.
R. El Señor es el rey de la gloria
¡Puertas, ábranse de par en par; agrandense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria!.
R. El Señor es el rey de la gloria
Y ¿Quién es el rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos, es el rey de la gloria.
R. El Señor es el rey de la gloria
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Cristo es la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel.
R. Aleluya.
Evangelio de hoy 2 de febrero de 2022
Del Santo Evangelio según San Lucas: 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo: «Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me había prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que ha preparado para bien de todos los pueblos, luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel».
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, ya María, la madre de Jesús, le anunció: «Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Ya ti, una espada te atravesará el alma».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche. sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento. dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que guardaban la liberación de Jerusalén.
Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las ofrendas
Que te sea grata, Señor, la ofrenda de tu iglesia desbordante de alegría, tú que quisiste que tu Unigénito te fuera ofrecido, como Cordero inmaculado, para la vida del mundo. El que vive y reina por los siglos de los siglos.
Oración después de la comunión
Señor, por este santo sacramento que acabamos de recibir, lleva a su plenitud en nosotros la obra de tu gracia, tú, que colmaste las esperanzas de Simeón; para que, así como él no vio la muerte sin que antes mereciera tener en sus brazos a Cristo, así nosotros, al salir al encuentro del Señor, merezcamos alcanzar la vida eterna. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Canto
Este es un canto que puedes escuchar y meditar el día de hoy: